Sobre la muestra de Gustavo Larsen “Apuntes temporales”

Prof. Enrique Roberto Vidal1987

“El tiempo, si podemos intuir esa identidad, es una delusión: la indiferencia e inseparabilidad de un momento de su aparente ayer y otro de su aparente hoy, basta para desintegrarlo”.

- Jorge Luis Borges


La muestra de Gustavo Larsen “Apuntes temporales” obliga al espectador-participante a tomar una posición frente a la obra presentada. No se puede permanecer indiferente cuando se propone un recorrido que parte de la memoria-vestigio de sucesivas lecturas sobre lecturas para llegar a una hipótesis final en la que reconocemos los elementos que sirvieron de punto de partida a un orden como formas participantes de un caos final.

El tiempo como convención engañosa (esa “delusión”, según Borges) aparece desenmascarado como si asistiéramos a un museo. Hay un engaño en lo escrito que ya ha sido escrito y en la multiplicidad de los días que son todos distintos e iguales en perspectiva. El caos no es otra cosa que los elementos del orden dispuestos de otra manera.

Tres momentos, como tres quillas de barcos diferentes, nos introducen en océanos conocidos y extraños: la memoria vestigio, el ámbito múltiple-diverso / único-irrepetible, la sucesión de mutaciones hacia un “desorden” final.

En “365 días y un día” el peso y el agobio de lo rutinariamente uniforme nos descubre la falacia de creer únicos nuestros actos diarios sin sospechar que la sucesión de matices (color, forma, encuadre, etc.), siempre distintos y siempre los mismos, representa el perpetuo y alienante caos de la rutina macrocósmica. No hay indicio ni concepción de fin ni comienzo. El año no es un lapso de tiempo determinado sino un ambiente, un estado de ánimo, una abstracción de museo, un agobio no confesado.

Por último, la ambientación final parte de un orden primigenio y primitivo (colores primarios, puntos cardinales) que paulatinamente se irán transformando, día a día, en la mutante perseverancia del mito de las edades en marcha perpetua hacia el caos. Caos en su sentido griego: “abertura ancha”, “abismo”. Pero esta marcha del orden al desorden, del cosmos al caos, no implica destrucción, sino “paso”, pues persistirá el elemento generador primero (cubos, planos, varas...) y hará que ese “desorden” se neutralice, se expanda. El rito-juego diario de la mutación, variará las representaciones visuales proponiendo un significado unívoco-multívoco del tiempo a la vez que una nueva forma de concepción de la obra de arte. Siempre la misma y siempre diferente: distintos sus elementos y espacios en la mente del que la contempla.

El “aquí y ahora” no es tal en la presente muestra de Gustavo Larsen.